Un vecino está furioso con los albañiles que están realizando una obra dos plantas bajo su apartamento. Cree que la falta de pericia e interés de estos le genera molestias que no tiene porque soportar y así se lo dice. Uno de los albañiles le explica la situación, conviene con el en que las obras son un incordio y que esta no es una excepción pero insiste en que, siendo inevitable, procurara que le afecten lo mínimo. Pero el vecino insiste, una y otra vez, en que no va a resignarse. El vecino es policía. El albañil intuía, por algunos gestos y comentarios precedentes, que el vecino era imbécil, ahora comprueba hasta que punto. Llegado el momento se exaspera:
_Mire, yo creo que no vamos a ninguna parte y preferiría que usáramos otro tono...
_Denúnciame entonces._ interrumpió en tono sospechoso de pretender una seguridad impostada, una que no se basa en su propio carácter si no en la costumbre de encontrarse en una situación de relativo poder
_¿Denunciarle?
_Si te ofende lo que te digo, denúnciame.
_Ah, no, yo no me ofendo tan pronto, además, tampoco pondría a trabajar a todos esos funcionarios por una tontería tan grande.
No hay comentarios:
Publicar un comentario