Después de escuchar el programa de The Political Room sobre microchips uno no puede evitar acercarse al ludismo. Buena parte de las tensiones geopolíticas actuales vienen por las pretensiones de los diversos países por tener una primacía (aunque sea ficticia) en el proceso de fabricación de esos componentes electrónicos. Y es absurdo en esencia: no estamos hablando de componentes indispensables en la cadena de suministros vitales ni del desarrollo de herramientas que nos aseguren mejor calidad de vida, hablamos de vender teléfonos móviles o chips para coches que no aportan prácticamente nada, esto es, se trata de posicionarse en un mercado absurdo. Estamos de acuerdo en que mantener la independencia económica otorga cierta estabilidad a los estados (o no) pero ¿de verdad será la producción de smartphones uno de los factores decisivos en las relaciones entre estos?
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