Encuestas y tertulianos de centro centro centro izquierda pronosticaban unas elecciones norteamericanas muy reñidas, algo que en realidad nunca fue así. No nos engañaban, es que la socialdemocracia se niega a creer que sus propios compatriotas son mayoritariamente idiotas, eso sería desatar los infiernos*. Así, vives convencido de que tu propia cordura es la norma, por ignorancia de lo que existe fuera de tu circulo y porque la simple idea de que no sea así es, a su manera, revolucionaria. Y ya sabemos lo que espanta al centro izquierda reconocer la misma idea de la revolución.
La izquierda (ya no la radical, el centro izquierda) ha perdido la batalla política por las instituciones. No va a tener espacio en ellas, y solo en las que son de representación popular, salvo en los casos de agotamiento los gobiernos de derecha (¿Cómo van a cambiar las dinámicas en el poder judicial? ¡imposible!). Y las alcanzará, brevemente y con timidez, el tiempo en el que la reacción se esté rearmando alimentada por el combustible del miedo a unas pequeñas reformas que terminarán siendo consideradas peligrosamente radicales. Así, a gobiernos de izquierda muy moderada sucederán gobiernos cada vez más de derechas.
La única opción de lucha que veo a la izquierda real es la de una educación, lenta y trabajosa, en valores, primero muy básicos, empresa titánica en el ecosistema de derechas en el que vivimos. Urge encarar problemas cotidianos y vitales, como la vivienda, y, escapando de la retórica de la política, inocular ideas de soluciones basadas en la solidaridad.
*el infierno son los demás.
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