jueves, 12 de septiembre de 2024

El Debate: conjurando el terror.

 Un rato, unos escasos minutos en realidad, bastaron para comprobar el bajo, bajísimo, paupérrimo nivel del debate político público en EE.UU. Ha sido una experiencia terrible, la verdad es que me ha asustado: recordemos que se trata de la confrontación de ideas de las dos personas que aspiran a dirigir un país con la capacidad de destruir todo el planeta, cuya marcha e intereses influye decisivamente en nuestras vidas cotidianas.

Hagamos un esfuerzo imaginativo, una especie de ejercicio de política ficción y reflexionemos partiendo del supuesto de que las democracias representativas occidentales, también la norteamericana, son... pues eso, democracias representativas y funcionan como tales. En tal caso lo mostrado anoche, 11 de septiembre, una fecha que debería haber intimidado a las televisiones, a los periodistas, al público y a los propios candidatos, lo que vieron millones de personas fue un terrible y evidente síntoma de enfermedad en el sistema. Que se debata públicamente en semejantes términos y nadie se sonroje me llevan a las siguiente conclusiones.

* Los candidatos son estúpidos. El sistema funciona porque el gigantesco aparato capital-estado funciona (a su manera) igualmente. No necesita ser ni remotamente efectivo, al menos a corto plazo.

* Los televidentes son idiotas y/o los medios/los políticos creen que lo son.  La política norteamericana necesita, quizás por mantener la ficción, quizás por apego al ritual, ese tipo de espectáculos y los candidatos se prestan a ello, y cuidado con parecer demasiado inteligente o aburrir al público. Este está acostumbrado a que le exijan poco, así que queda contento. 

* La prensa comparte ese nivel. Ese ritual del que hablaba en el punto anterior además vende: tiene tremendas audiencias, la hace participe prensa del juego de poder. Más aún políticos y medios mediocres pueden ofrecer poco y/o consideran que ofrecer poco es más fácil, seguro y barato.

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