Convivir con la adicción y los problemas mentales está siendo un tostón. Que la adicción y los problemas mentales con los que convivo se hayan medicalizado y convertido en algo "de ambulatorio" quizás haya evitado problemas de "antisociabilidad" pero ha estabilizado la situación en un punto que está muy lejos de ser sostenible. Psicólogos, terapeutas, asistentes sociales, etc. no han solucionado nada: no dieron a la persona enferma herramientas para afrontar su problema, sólo lo identificaron (y eso en teoría) y la introdujeron en un ambiente de transitoria de estabilidad que no es prolongable indefinidamente, una excepcionalidad continua que es intolerable para cualquier cabeza. Una persona que parada su vida, apartada de cualquier posibilidad de desarrollo personal buscando una seguridad psíquica que no existe. Entiendo que se piense que posponiendo temporalmente puntos de fricción se consigue cierta espacio de fortalecimiento y no estoy diciendo que no necesite tratamiento o que tiene que enfrentarse a los demonios haciéndose más fuerte ni ninguna de esas chorradas liberales... Afirmo que los tratamientos no parecen aprovechar ese supuesto espacio seguro y, por lo tanto, al final no se la está ayudando. Intuyo que el enfoque público (y privado) de la problemática en cuanto a salud metal es muy erróneo.
Declaro mis enemigos así como profesiones de personas a las que automáticamente aplicaré el prejuicio de imbecilidad, maldad y corrupción mental y social a los psicólogos y psiquiatras.
Se unen así a periodistas (y personas que aparecen en medios de comunicación tipo "tertuliano"), policías y funcionarios y trabajadores en el ámbito de la justicia (en especial, los abogados), personal de instituciones penitenciarias, artistas y deportistas profesionales y economistas, asesores, etc.
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