Se casa el alcalde de Madrid y algunas imágenes se vuelven la comidilla: trajes caros que resultan raros, poses forzadas, movimientos torpes, lenguaje nasal y ademanes ridículamente pijos. Los gamberros de internet se ríen, les llaman degenerados, infrahumanos por la endogamia o por vivir en un mundo aparte del resto. Los buenos se sienten un poco incómodos y, al final, defienden a los festejantes: está feo reírse de las pintas de nadie. Y así, dan una piedad que no recibirían y son condescendientes con gente que, desde el poder, no esperan, porque no necesitan, porque están por encima de cualquier aprobación que nosotros podamos darles. El humor, el humor cruel incluso, de abajo a arriba no sólo es legítimo, es necesario. Sin embargo cada vez es más frecuente que personas que llevan toda su vida en una posición de fuerza clamen contra la cancelación cuando se les afea un abuso o un exceso. Y los bienintencionados les siguen el juego.
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