Toda tiranía necesita sus funcionarios. El genocida necesita conseguir y distribuir las armas con las que llevará a cabo su limpieza ética. No sólo policías y soldados que sepan manejar un ordenador, también un ejercito de burócratas que no nunca crean que haya cuestionable el trasiego de papeles, la logística, el hacer bien su trabajo. Es su empleo, sólo eso. Eichmann apeló a eso. Es inocente, sólo un eslabón en la cadena logística, llevaba personas a los campos de concentración pero podían haber sido piezas de motocicletas.
Los ocupantes siempre recurren a los burócratas locales, como antes lo hacían a las élites sociales. Sin burocracia no es posible la tiranía.
Bibiliografia:
Hanna Ardhent: Eichmann en Jerusalen
Julián Casanova: Una violencia indómita.
Keith Lowe: Continente Salvaje
David Alegre: Colaboracionistas.
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